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El sitio de Baler

por

1 de julio de 1898

Antecedentes.

Empiezo este modesto diario a escondidas del Gobernador Político-Militar de El Príncipe, el Capitán de Infantería, Enrique de las Morenas y Fossi, que a partir de ahora llamaré Enrique, nuestro jefe y mandamás, en este sucio y maloliente rincón del ahora paupérrimo imperio español.

Enrique me ha propuesto, más bien ordenado, que lleve un diario oficial de los sucesos que ahora nos acontecen. Por supuesto, este diario es el verdadero cantor de nuestra historia, aquí en Baler, distrito este de Manila, Filipinas.

En el oficial sólo redacto las tonterías y memeces de Enrique, el medico Rogelio Vigil de Quiñones, Rogelio, y nuestro teniente Juan Alonso Zayas, Juan Alonso.

Me presentaré, ya que sin mi nombre escrito de puño y letra, en estas páginas amarillas y arrugadas, poca credibilidad puede tener todo este esfuerzo. Soy Cecilio de Termans y Colvite, nombre de envergadura extrema y realidad minúscula, ya que zapatero era en mi ciudad natal, Toledo, mi oficio y, por gracia de Dios, espero seguir siéndolo. Ahora y desde hace dos años, soldado del bravo imperio español en las colonias, bueno, en las islas donde los norteamericanos nos dejan, de momento, campar a nuestras anchas.

Pero todo eso se ha acabado, estos bárbaros rubios y altos del otro lado del Atlántico nos han metido en una guerra traidora de palabras y acciones, no sabemos por qué luchamos pero no parece que eso importe en la metrópoli, pazguatos de bigotes lacios.

Hoy hemos encontrado en nuestro destacamento una nota de los rebeldes filipinos donde nos comentan que tienen tres regimientos, unos trescientos hombres, acampados a las afueras y esperan nuestra rendición absoluta, nosotros somos sólo sesenta y claro, Enrique que es hombre de pocas palabras y muchos cojones, ha exclamado que todos adentro para la iglesia, único sitio de construcción de piedra del pueblo. Hoy hemos comido unos huevos con verduras del jardín, sosos pero grandes, y eso significa estómagos llenos.

2 de julio de 1898

Hemos encontrado otra nota clavada en un platanero al lado de la puerta de la iglesia donde nos insisten en las victorias que se están produciendo sobre las tropas españolas y nos informan acerca de la caída de casi todas las provincias de Luzón, cuya capital, Manila, se encuentra sitiada por 20 mil filipinos, y que, sin suministro de agua, está a punto de capitular.

Enrique, como buen conversador, ha sacado su bandera blanca y ha instado a los rebeldes que no nos usurpen con banales mentiras y que se rindan, ole.

Todo esto lo ha hecho él solito, no ha dejado que nadie lo acompañase, tiene miedo de que desertemos y creerme cuando os digo que más de uno lo ha dicho en voz alta y clara, salir corriendo y tirar el arma.

Ayer y cuando nadie se dio cuenta, un soldado, Cirilo Gómez Ortiz, ha desaparecido entre las penumbras de la noche de la selva, hoy lo he visto cuando terminaban de hablar con Enrique, se ha dado la vuelta y ha seguido a los rebeldes, nada hay que decir a un hombre que lleva siete años en las islas sin ver a sus hijos y a su mujer. Más huevos con verduras y alguna alubias, esta vez de un color amarillo; parecían pasadas pero no era verdad.

3 de julio de 1898

Ayer por la noche desertó otro de nuestros compañeros de armas, Félix García Torres, y sé quién es, porque esta mañana nos lo han enviado con otra nota de los rebeldes para rendirnos, a lo cual nuestros jefes le han comunicado que no iban a leerla y que el próximo desertor con nota sería recibido con un agradable abrazo de balas.

Hoy hemos construido un horno de pan dentro de la iglesia y hemos lavado la ropa que teníamos guardada en dos barriles del rincón. Han salido ratas, gusanos, bichos varios y otras cosas sin definir que reptaban por el suelo y después subían por las paredes, nadie ha querido matar a los diferentes seres de los barriles, pero algo me dice que pronto nos acordaremos de ellos. No hay huevos, hemos pasado al chorizo de cantimpalo y carne ahumada, un poco de vino de la iglesia, un café la mar de bueno, y la siesta ha sido el placer del día y pan tierno.

4 de julio de 1898

Hoy hemos cogido las armas y hemos salido corriendo de la iglesia a las siete de la mañana, ni los gallos del pueblo estaban despiertos, así que hemos destruido algún barracón, la escuela y algunas casas que quedaban cerca de la iglesia. Nos han disparado sin parar durante todo el ataque. Damos gracias a que los rebeldes saben escupir mejor que disparar, ningún herido ni muerto.

El desertor Cirilo nos ha enviado de nuevo una nota, con lo de siempre, que nos rindamos, bla, que España no posee ya las Filipinas, bla, bla. Lo mejor de todo es que nos ha mandado un paquete de cigarrillos que se ha agenciado el medico Rogelio Vigil, tamaño cabrón con patillas, y algunos plátanos verdes para la soldada, gracias desertor de mierda, ya me estoy acordando de tus hijos y señora mujer.

Claro que lo mejor del día es cuando Enrique, nuestro amado jefe, le ha mandado con sus mejores prebendas una de las botellas de jerez que teníamos para un momento de especial, algún soldado ha exclamado palabras malsonantes en voz baja, que todos hemos alabado. Hoy hemos comido plátanos verdes, carne seca y alubias; me he atragantado y los compañeros de han reído hasta llorar, malditos y bienaventurados camaradas.

19 de julio de 1898

No he escrito desde hace tiempo, puesto que llevamos dos semanas disparando a las sombras que nos acechan fuera de la iglesia. Ayer cayó herido el cabo Julián Galvete Iturmendi, tiene muy mala pinta, casi no tenemos medicinas y el medico hace lo que puede. Nos ha llegado otra nota de las de siempre, con todas sus mentiras.

Enrique les ha mandado por enésima vez a la mismísima mierda y en contestación los rebeldes nos han mandado tres desertores con un ultimátum del capitán Calisto Villacorta:

Acabo de llegar con tres columnas de mi comando y, enterado de la resistencia inútil que mantenéis, os informo de que si deponéis las armas en el plazo de veinticuatro horas, respetaré vuestras vidas y propiedades, y seréis tratados con toda consideración. De lo contrario, os obligaré a entregarlas. No tendré ninguna compasión de nadie y haré responsables a los oficiales de cualquier fatalidad que pueda ocurrir.

A lo que nuestros jefes han contestado:

A mediodía de hoy termina el período fijado en su amenaza. Los oficiales no pueden ser considerados responsables de las fatalidades que ocurran. Nos une la determinación de cumplir con nuestro deber, y deberás comprender que si tomas posesión de la iglesia, será solamente cuando no haya nada en ella más que cuerpos muertos. La muerte es preferible a la deshonra.

Mi padre, que en gloria esté, hubiese llamado esto cuestión de cojones, y no se equivocaría.

Nos queda poca comida, poca munición, nuestras ropas empiezan a heder y nuestras caras comienzan a verse chupadas y tirantes, pero hay que reconocer que los jefes tienen las pelotas de un caballo labrador. Hoy hemos comido unos mangos podridos que sabían a gloria bendita, carne seca y café, se me ha metido un trozo entre los dientes y he seguido comiendo durante todo el día, gracias a Dios.

21 de julio de 1898

Hoy ha muerto el cabo Julián Galvete de la infección de una herida. No hemos comido por respeto, pero el respeto no sabe bien cuando el estomago grita.

25 de julio de 1898

Los rebeldes llevan todo el día disparándonos sin obtener ningún fruto, permanecemos callados y sin devolver los disparos, tenemos poca munición y nos ha parecido una tontería malgastarla.

En la iglesia hemos encontrado varios cañones viejos, pero sin accesorios ni carro para transportarlos. Con gran inventiva, el sargento García Gutiérrez ha mezclado los explosivos de algunos cohetes rotos, con la pólvora de algunos cartuchos de los fusiles Remington, y hemos puesto parte de la mezcla y las balas en uno de los cañones más pequeños que llevan a uno de los disparaderos que hemos construido en el antiguo convento, ahora corral. Porque, sí, amigos, robamos unas gallinas y volvemos a tener huevos para todos, aunque los compartimos, claro. Hemos colgado la parte trasera del cañón de una viga con una cuerda que nos ha permitido variar el ángulo de tiro. Con una larga caña de bambú con fuego en el extremo hemos conseguido disparar el cañón, que hace temblar los cimientos del corral cada vez que lo hacemos funcionar. Eso nos ha animado, y los huevos revueltos con hojas verdes también han tenido gran éxito.

31 de julio de 1989

Los rebeldes tienen cañones nuevos, prestados por sus amigos americanos. Llevan toda la tarde disparando y han destruido las puertas y el techo, por lo que el bastión ha quedado prácticamente a la intemperie. Vivimos en una iglesia sin puertas ni techo, el sueño de todo niño de Toledo.

Hoy hemos comido ratas con alubias. Sí, he pensado que eran como conejitos pequeños y me lo tragado con una sonrisa.

3 de agosto de 1898

Han desertado tres soldados más, estamos tristes y empezamos a sentirnos solos, no hemos visto ratas en todo el día; hoy hemos comido carne reseca y algo de vino, y el café que todavía no nos falta en demasía.

13 de agosto de 1898

Hoy nos han disparado desde todos los frentes, además de utilizar sus cañones. Dos muertos por disparos y uno por disentería, nuestra agua está podrida y negra. Nos han mandado los rebeldes dos curas sevillanos para intentar convencernos de la rendición y como no nos lo hemos creído, les hemos pedido por favor que se queden con nosotros. Han accedido con resignación y ahora ayudan al medico a limpiar heridas. Traían escondidas algunas frutas que hemos devorado, cada uno su trocito mientras miramos las estrellas tan brillantes que ahora vemos todas las noches sin esfuerzo.

30 de septiembre de 1898

La moral esta por los suelos, tres soldados más han muerto por disentería, nuestras ropas son andrajos y cuando me siento en el duro suelo me duele el culo porque me clavo mis propios huesos. Hoy se me ha caído un colmillo, le tenia aprecio, pero para lo que lo uso ahora… Nos han dicho que Manila ha caído y con ella todas las Filipinas. No puede ser verdad. Enrique nos ha explicado que sólo pueden ser las mismas mentiras desde el principio del asedio. Dios quiera que no sea así, porque de aquí no salimos ninguno vivo. Hoy un par de ratones y carne reseca para el estomago y un trago de jerez nos han animado un poco la noche.

1 de octubre de 1898

El teniente Juan Alonso Zayas ha muerto de beriberi, mientras gritaba por una de las ventanas se lo han llevado al paraíso de los creyentes, suertudo.

El teniente Saturnino Martín Cerezo se hace cargo del mando, otro tonto con rango que sigue haciendo las mismas memeces que los demás que lo precedieron.

Por la tarde, el doctor Vigil ha sido herido por una bala perdida, lo que nos faltaba. Café y jerez para calentar el estómago.

11 de octubre de 1898

Para evitar en lo posible el avance del beriberi, hemos abierto varias vías de ventilación, intentando no comprometer la seguridad. A pesar de las medidas tomadas, la mayor parte de la soldada apenas nos tenemos en pie, por lo que hemos organizado guardias de seis horas, en las que los relevos se hacen con ayuda de los soldados sanos, que llevan a la cama al soldado relevado y colocan en una silla al nuevo guardia, mientras el cabo de turno hace rondas comprobando el estado de los distintos centinelas.

Estamos jodidos a base de bien, se me ha caído otro diente y no ha habido rata para comer, en su lugar unas cucarachas enormes y negras que al calentarlas han explotado, salpicándonos de un liquido verde asqueroso; aun así nos las hemos comido sin rechistar y un poquito de jerez ha hecho el resto. Creo que quedan todavía alubias.

25 de octubre de 1898

Tres más han caído victimas del beriberi, esto se está llenando de cadáveres en putrefacción. Para evitar la humedad del suelo, algunos de los soldados y yo hemos improvisado una especie de zuecos con cachos de madera que se atan a los pies con cordones, yo por supuesto he ayudado con alguna idea. Volvemos a la edad de piedra.

22 de noviembre de 1898

Durante la primera quincena de noviembre han muerto cuatro soldados más. El capitán de las Morenas, pese a hallarse gravemente enfermo de beriberi, ha seguido firmando las contestaciones a los rebeldes filipinos. Poco antes de morir ha enviado una última carta en que invita a los insurrectos a rendirse, ole torero, afirmando que serán tratados benévolamente y amnistiados. Este señor está loco, enfermo o como todos nosotros tiene los cojones de mármol. Los rebeldes han respondido con insultos y amenazas, que por supuesto nos han sabido a gloria. Finalmente, esta madrugada ha fallecido el capitán Enrique de las Morenas, que Dios le tenga en su regazo. Para celebrar el día hemos comido goma de las suelas de las botas y alubias resecas como las piedras, que hemos cocido con hojas verdes que han caído de los árboles dentro de la iglesia, rociado todo de un chorrito de jerez. Ni que decir tiene el éxito que ha conseguido el menú del día.

25 de noviembre de 1898

Hoy al jefe no se le ha ocurrido otra cosa que organizar una fiesta para joder a los rebeldes, así que nos ha dicho que venga a hacer ruido y dar palmas como tontos. Menos mal que el cabo Carlos Cifuentes ha sacado la guitarra. Sí, los españoles podemos morirnos de hambre, llevar andrajos en vez de ropa y morirnos de disentería, pero llevamos la guitarra al confín de mundo, así que fandanguillos por aquí, sevillanas por allá, dos botellas de jerez entrando por el gaznate y hasta Juan Mélmez, que está moribundo el pobre, se ha arrancado cantando bulerías. Joder, todos ahí llorando de risa y de tristeza y aplaudiendo como perros rabiosos.

La contestación de los filipinos no se ha hecho esperar, a tiros han intentado callarnos. Y nosotros medio borrachos y bailando descalzos, no por gusto, sino por que hace dos semanas que nos comimos todas las suelas y los trozos de madera duelen más que ayudan.

14 de diciembre de 1898

Llevamos dos semanas de fiestas en la iglesia, esto parece el Rocío y las fallas juntas. Nunca he bebido tanto y comido tan poco. Nuestro medico Rogelio está en las últimas sobre todo por falta de fruta, así que hemos decidido a la ligera y sin pensarlo demasiado salir al huerto que hay al lado de la iglesia donde crecen calabazas y otros frutos. Nos vamos a jugar la vida pero no hay otro remedio, somos poco mas de veinte los que podemos portar un arma sin derrumbarnos en el suelo.

El teniente ha llamado al cabo José Olivares Conejero para que seleccione catorce soldados para llevar a cabo la misión. El comando debe salir por el agujero de la sacristía que da al foso, rodear la casa más cercana al norte de la iglesia y darle fuego con antorchas hechas de cañas de bambú y trapos impregnados de aceite. La misión del resto de los hombres es dar cobertura de fuego desde la iglesia.

En torno a las diez y media de la mañana, el cabo José y nosotros salimos de la iglesia según lo planeado. La sorpresa y la velocidad a la que se propaga el fuego por el pueblo hacen que los rebeldes se retiren rápidamente. Tras el ataque, la mayor parte del pueblo y las trincheras circundantes son destruidas. Despejamos también la zona sur, lo que nos permite abrir las puertas, que habían permanecido cerradas desde el inicio del sitio y hacemos un claro que nos permite ver el río, al este, utilizado por los filipinos para el suministro de provisiones en barca.

La acción se lleva a cabo sin ninguna baja por parte nuestra; con la operación de guerra o saqueo o robo a mano armada, obtenemos una gran cantidad de provisiones de fruta fresca, además de todos los tableros, vigas y varas de metal que podemos sacar de la Comandancia, así como una escalera que había quedado abandonada junto al muro tras el último intento de asalto por parte de los rebeldes.

15 de diciembre de 1898

Hoy, un día después del ataque, con la zona despejada, ya podemos iniciar la construcción de una fosa séptica a unos cuatro o cinco metros de la pared del corral donde poder cagar a gusto sin tener que mirar a los ojos a un compañero, con lo que la situación higiénica mejora considerablemente. Esto, unido a la posibilidad de abrir las puertas para ventilar el aire y a las nuevas provisiones de fruta fresca, ha atajado la epidemia de beriberi por fin. Además, cerca de la entrada a las trincheras, hemos plantado un huerto para disponer de alimentos frescos sin tener que arriesgarnos bajo el fuego enemigo. Ahora sé que Dios está con nosotros y que pase lo que pase saldremos vivos de ésta. Me he puesto tan morado de calabazas que las he expulsado por arriba y por abajo, santa madre de Dios. El jerez se me ha salido por la nariz y he insultado a Dios y a todos sus hermanos.

24 de diciembre de 1898

Nochebuena de 1898, a 12 mil kilómetros de nuestra patria y nosotros cantando villancicos, guitarra en mano y jerez en la otra. Hemos cenado calabazas, dulce de cáscara de naranja y café pasado, que nos ha sentado estupendamente.

31 de diciembre de 1898

Nochevieja. Nos hemos vuelto a quedar casi sin provisiones, las hojas del calendario, efectivamente amigos míos, se han acabado y tendremos que empezar a llevar la cuenta de  los días haciendo muescas en la pared como presos que somos.

25 de febrero de 1899

Llevamos dos meses recibiendo notas y periódicos españoles, que sólo hablan de la rendición de nuestro país y de la huida del ejercito español de Filipinas. Nuestros jefes nunca lo han creído y siempre han dicho que estaba todo manipulado, pero entre los corazones de los simples soldados como nosotros ha empezado a crecer la semilla de la duda; empieza a ser un poco raro que siempre vengan con la misma historia.

La semana pasada ha muerto otro compañero, creemos que puede haber sido el primer muerto por hambre, pero nos decimos a nosotros mismos que estaba un poco flojo, que nunca había tenido cuerpo de soldado ni animo de combatiente: el autoengaño es mejor que la desesperación.

27 de febrero de 1899

Cerezo a pillado a tres de los nuestros intentando escapar con sus armas y la poca comida que nos quedaba. Se ha pensado muy seriamente el ajusticiarlos allí mismo, pero después y con mesura, ha decidido encerrarlos en la celda del baptisterio.

El teniente ha empezado a dudar de todos y no se fía de nadie, mal asunto cuando todavía puede empuñar la pistola y volarnos la cabeza mientras dormimos.

28 de febrero de 1899

Los filipinos han traído al pueblo un pequeño grupo de bueyes para celebrar alguna fiesta pagana de las suyas y nosotros, que olemos la carne a kilómetros de distancia, hemos decidido salir por sorpresa y ver qué podemos traer entre los dientes. La suerte se ha aliado con nosotros y Cerezo con cinco hombres han salido de la iglesia y han abatido a una de las bestias, con la que hemos hecho la mejor cena desde hacia muchísimo tiempo, hemos roído hasta los huesos.

5 de marzo de 1899

Los filipinos nos estaban esperando cuando salimos por tercera vez a por un buey. Hemos abatido dos pero uno se ha quedado fuera por la imposibilidad de recogerlo entre la lluvia de balas. Gracias al soldado Rubén de las Rines y un servidor, hemos desollado al animal y hemos empezado a hacer zapatos rudimentarios para todos.

Pero ya no tenemos ropa que ponernos, estamos también utilizando las sabanas del pequeño hospital, parecemos pequeños y delgados vagabundos con los ojos enrojecidos y los labios hinchados.

30 de marzo de 1899

Hoy los filipinos se han levantado con ganas de marcha burgalesa, así que después de pegar unos tiros, pocos, porque apenas tenemos balas, hemos matado a tres de ellos, cosa que ha tranquilizado un poco los ánimos a ellos y alterado los nuestros, para bien.

1 de abril de 1899

Ha llegado el general Tiño con su ejercito, no más de dos mil hombres, pero que para nosotros es como diez legiones romanas, así que nos atamos los machos, apretamos los dientes y disparamos sólo cuando los tenemos encima. En la primera embestida han caído cerca de cincuenta de los suyos, han tocado retirada y ahora estamos más tranquilos, pero con los nudillos apretados y los labios agrietados. Quedaba algo de bacon, alubias y café, pero hoy para cenar se han acabado. El teniente ha pensado que para morir, mejor con el estómago lleno. Pero ya sólo nos podemos comer entre nosotros, no queda nada.

13 de abril de 1899

Esta tarde ha aparecido una bandera estadounidense en las trincheras tagalas, hecho que nos ha sorprendido sobremanera. Nos han enviado a uno de sus hombres a la ermita para ofrecernos su barco y transportarnos como aliados que eran nuestros, a cambio de rendir nuestras armas a los filipinos. Cerezo les ha respondido que eso sería un insulto al ejército español y ha despedido al estadounidense al que hemos disparado intimidatoriamente al alejarse. Claro que entre tanta arenga y palabras bonitas, también le ha mandado a freír espárragos navarros al rubiales ese, que se ha ido con cara de malas pulgas. Esto empieza a oler muy mal, los americanos pidiéndonos que nos vayamos, ¿está de verdad Filipinas perdida?

29 de abril de 1899

Hoy hemos cazado un perro, dos gatos, tres lagartos y un cuervo. Nos estamos haciendo unos especialista en cocina oriental, todo ha pasado por la cazuela y más de un estomago ha gritado de alegría, el mío el primero.

8 de mayo de 1899

Los ataques ahora son diarios y en los últimos días han caído tres compañeros más. Hoy es un día que me duele la mano de escribir, no por esfuerzo sino por melancolía y tristeza.

19 de mayo de 1899

Han caído tres amigos, dos por las balas y uno por disentería, ya no podemos más y nuestros cuerpos levitan por encima del suelo, pesamos menos que el aire y casi no podemos levantar nuestros brazos para disparar al enemigo.

29 de mayo de 1899

Con agua hirviendo hemos logrado hacer huir a los filipinos, sus caras quemadas era lo más cercano a un cordero asado que hemos visto desde hace mucho tiempo. Les hemos disparado mientras intentaban llegar a sus trincheras, hemos causado diecisiete bajas, según corrobora Cerezo.

1 de junio de 1899

Cerezo cree posible escapar al bosque sin que los filipinos se den cuenta, la huida está en la mente de todos. Así, ha fijado la salida para esta noche. Esta mañana hemos quemado el armamento sobrante y hemos distribuido la munición que queda. Además, para evitar que frustren nuestra huida, hemos fusilado a Vicente González y a Antonio Menache, los soldados que habían intentado desertar, a tomar por culo con ellos. No hay luna, pero el cielo está despejado así que hemos decidido posponer la acción. Otra noche sin cenar y las cucarachas bailando a nuestro alrededor.

2 de junio de 1899

Cerezo se ha hecho con unos periódicos tirados y medio quemados, después de media hora de lectura se ha levantado y nos ha comunicado que todos los mensajes que nos enviaban eran ciertos, hemos perdido la guerra y Filipinas. Quiere que nos rindamos y volver a casa. Todo ha sido tan repentino, que nadie se ha movido, nadie ha hablado, nadie ha respirado por encima del resto. Mantenemos la cordura aun queriendo matar a nuestro jefe con nuestras propias manos y después reír sin parar hasta que los dientes se nos cayeran de sus huecos.

7 de junio de 1899

Hoy por la tarde, Cerezo y todos nosotros, los treinta que quedamos, abandonamos Baler dejando nuestras armas y escoltados por las tropas rebeldes.

30 de junio de 1899

El presidente de la Republica Filipina, Emilio Aguinaldo, ha escrito sobre nosotros:

Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente:

Artículo Único

Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899.

El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.

15 de junio de 1900

Como comprenderéis, me limpie el culo con esta carta hacia nuestras personas. Durante más de trescientos treinta días sufrimos hambre, ataques de alimañas, disentería, beriberi, sarna, piojos, hambre, balazos, cañonazos, traiciones, deserciones, mentiras, hambre, hambre y hambre.

Los demás detalles de la historia podéis leerla en los periódicos, pero la verdadera hazaña fue no comernos unos a otros y seguir resistiendo, por nosotros, no por una bandera, no por un país, sino por la supervivencia de unos buenos compañeros.

Y ahora, os dejo. Mi mujer tiene al fuego un cocido que levanta a un muerto, y si algo he aprendido es a no dejar que se enfrié la comida y limpiar el plato hasta dejarlo brillante como un espejo.

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Comentarios

  1. levast dice:

    Una currada historia de cojones y mala leche. La he disfrutado un monton, yo creo que es el mejor relato que has escrito. Como diría el Guardiola del anuncio: eres bueno y sabes que eres bueno.

  2. SonderK dice:

    me alegra y enorgullece que digas que es el mejor relato que he escrito, para mi desgracia 😛 no creo lo mismo, y es una historia de la que pienso que podria haber cuajado un poco mas, aun asi me encanta que te haya gustado y la hayas disfrutado. Gracias.

  3. laquintaelementa dice:

    SonderK, alias Wikiman, jajajjajajaja, está muy bien el relato, hombre. Que me tenías asustada y resulta que has sido el único que ha hecho un auténtico relato histórico de verdad. Lo mejor, el tono del relato, que no pierdes en ningún momento y eres capaz de engarzar todos los detalles sin que sobre o falte ninguno. Me encanta el día 25 de noviembre y el retrato que haces de todo un país en apenas un párrafo. Es buenísimo.

    Yo también creo que es de lo mejor que has escrito y sobre todo, de lo más sentido. No llega a la crudeza del de «Memoria de un silencio» pero es también un relato muy duro, a pesar de provocar alguna que otra sonrisa, pero amarga. 😉

    Y, sigues siendo un moñas: al final siempre espera una esposa 😈

  4. marcosblue dice:

    Mi querido Isma: Me conmueves, qué le voy a hacer. Me tienes a tus pies, jodío, un relato cuajado de punta a cabo. Los últimos de Filipinas, en su paraíso de perniles, te agradecerán estas palabras tan bien dispuestas y con tanta autenticidad. Olé.

  5. Juan Sanmartin dice:

    Vaya hombre, alguien que tiene la osadía de un final «feliz». A pesar de las penurias que relatas, me lo he pasado francamente bien leyendo tu cuento. He descubierto además algunos platos de la cocina filipina que no conocía, como esas cucarachas gordas, relucientes y verdes con las que, estoy plenamente convencido, has abierto para todos nosotros nuevos horizontes gastronómicos. Todas esas referencias a la comida, dentro de la más pura y dura subsistencia, creo que, lejos de ser reiterativas, son un acierto. Así como ese sarcarmo desesperado de quien se encuentra en una situacion límite. Claro que con tanto jerez…

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