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La arenga de Penanegra

por Relato ganador

Transcripción de la arenga que el capitán pirata Penanegra profirió a su tripulación, viéndose rodeado por treinta y cinco navíos de su Graciosa Majestad Isabel I de Inglaterra, anotada —como buenamente pudo entre arcabuzazo y arcabuzazo un humilde servidor— por Juan Bernáltez de Gómez, escribano, que la vida y sus avatares llevaron a cocinero de barco sin ley, y a la postre el único superviviente del bergantín La Furiosa, en la famosa batalla naval llamada «La Pinza del Pena».

¡Oh, bravos muchachos, si hemos de morir que no sea por un ataque de gota, sino por un sablazo en mitad del esternón! Y que de la herida primero brote un buen chorro de ron y después toda la sangre que nos quede en las venas. Y que del último sorbo que nos quede aún alguno tenga que temer por su propia vida.

¿Acaso os asustan esos cañones pulidos y brillantes? Claro que no, más miedo dan los nuestros, revenidos de óxido, negros como una noche sin luna. A nosotros por lo menos nos dan miedo, porque no sabemos si van a estallar para dentro o para afuera, según está su hierro forjado de nuevo mil veces en mil disparos, y con cada carga que escupen por sus fieras bocas decimos: «¡aquí mato o muero, no arrimarse!». Detrás de aquellos cañones exquisitos hay hombres, que deberán hacer valer sus razones para habernos flagelado con su geométrica metralla cuando los tengamos delante, echando mocos de bilis por los agujeros de las narices, después de haberlos abordado y de que nos haya costado tanto llegar hasta estar ante ellos. Y ya veremos lo pulidos que están sus corazones frente a nuestra mirada.

¡Cargad esas bestias de veinticuatro quintales y un cuarto, metedles clavos, cadenas, facas, ojos de cristal, cabezas de pollo, el loro y, por último, una bola de plomo de a treinta y seis libras! ¡Y apuntad bien, que si los acertamos con un cañonazo en la verga de poco les van a servir los pitos y los tambores! Y si no les acertamos, preparad vuestras almas para recibir una andanada de tres baterías de doce piezas cada una en mitad de la frente, y que Dios nos coja con la más mínima intención de confesar, si es que en algún momento de debilidad hemos creído que creíamos en él.

¡Ningún dios ni ningún demonio va a querer vuestras almas, porque no sabría qué hacer con ellas, así que decidid que queréis hacer con vuestras almas vosotros mismos! ¡Elegid si se las queréis devolver a vuestras madres para que las mezcan entre sus grandes y cálidas tetas, o si preferís entregárselas a los peces, las medusas y los cangrejos!

¿Veis esos mástiles llenos de grandilocuentes banderas que no significan nada, que sólo son colorines bordados sobre una lujosa tela? ¿Veis esos uniformes solemnes que hacen parecer importante al más canalla de los hombres? Pues que vayan preparando a las hilanderas para hacer remiendos, porque antes de que nos manden a contarles nuestras miserias a los pulpos vamos a comprobar de qué carne está hecha toda esa gloria y esa grandeza que se atribuyen a sí mismos. Vamos a ver cuánto valen su oro y su terciopelo frente al valor de cada uno de nosotros. Y os aseguro que esas botas de charol les van a estorbar para correr cuando nos vean llegar con el puñal entre los dientes.

¡Ja, ja, ja, se creen que huimos! Miradlos por el catalejo, se ríen. Son estúpidos, nos tienen rodeados más de treinta barcos y todavía piensan que huimos. ¿Adónde os creéis que vamos, imbéciles, a sacarle brillo al arco iris? Como estos no han estado en el infierno, no saben la de vueltas que hay que dar para llegar a él. Reíos, reíos hasta que de pronto y ya tarde entendáis que La Furiosa os tiene enfilados fuera de vuestro rango de combate y con la puntita de la mecha haciendo «¡fú!», ja, ja, qué risa. Se os va a quedar atragantada en la nuez como si os hubierais comido un puñado de gusanos, que, por cierto, con las galletas y remojados con ron no están tan mal.

¡Largad la mayor, que el viento nos haga volar sobre las olas! ¡Esos pesados navíos tendrán que toser mucha madera para tenernos en línea de tiro, y entre vuelta y vuelta le vamos a dar una cataplasma de pólvora al que se nos cruce en el camino!

¡No os miento, muchachos! ¿Quién no desearía huir? Que levante la pata de palo. Yo huiría, pero ni siquiera el mar es lo suficientemente grande como para escapar del destino. Me gustaría huir, os lo aseguro, pero no puedo. Hay gente empeñada en hacer de nuestra derrota su victoria, nuestro fracaso es el sentido de su vida, no hallan otra razón para sacarle jugo a su miserable existencia. ¡Ah, si supieran disfrutar de una noche de juerga siquiera, si supieran darle el mismo valor a sus sentimientos que a sus posesiones! Pero lo único que les excita es arruinar al prójimo, así que nos toca enfrentarnos juntos y revueltos a esta batalla, que será la última para nosotros según la proporción de mástiles que cuento con el ojo sano. Y quien sienta miedo, que se dé por perdido, el miedo es mal compañero. Los esclavos son esclavos porque temen… no sé el qué, ¡no sé qué se puede temer más allá de ser un esclavo! ¿Alguien lo sabe? Sólo nos asusta una cosa ¿verdad, muchachos? La calma chicha, estar condenados a vivir la misma nada día tras día, sin nada más que hacer mañana que lo mismo que hicimos ayer. ¡Pero hoy el aire está embravecido y nos empuja con fuerza, maniobrad para que su potente soplo embarace todo el trapo!

¡Nosotros no somos corsarios, compañeros! El tan temido y osado Drake acabará siendo parlamentario, creedme. Los mastuerzos de la patente de corso no son libres, son empleados de los banqueros y súbditos de la Corona. A ellos les deben rendir cuentas, y pagarles los intereses de los barcos que les han financiado para expoliar a los españoles. ¡Jo, jo, y a nosotros nos acusan de piratería esta pandilla de crápulas engolados! ¡Meted más metralla, su hipocresía es dura! Nosotros no le debemos nada a nadie, a nosotros no nos espera una mansión al regreso, sino una taberna en la Ensenada de las Tortugas y cuando nos hayamos gastado hasta la última moneda en darnos nuestro gusto saldremos a por más. ¡Si alguno de vosotros está pensando en la jubilación, bien calentito con su lumbre y sus sanguijuelas cultivando con esmero sus achaques, ahí tiene a los tiburones para que le firmen el contrato!

Hemos amado a las mujeres que han querido amarnos, las que aquí están con nosotros es porque aquí desean estar, ¡y no serán menos que vosotros con una buena espada entre sus uñas rojas! —que, por cierto, nos encantan—. No nos ha faltado pasión, los hombres se convierten en gordos tediosos y las mujeres se vuelven gruñonas y caprichosas. Y todo porque se aburren unos a otras y otras a unos y acaban por soportarse de mala manera, incluso algunos se odian aún durmiendo en el mismo lecho. ¡Ah, el que no sepa disfrutar del amor y la pasión, que se meta a fraile o se dedique todas las noches a echar la cuenta de su dinero y sus preocupaciones!

¿Qué pretenden estos bravucones uniformados? Dirigidos como marionetas por individuos rancios, que se ponen unos ridículos pelucones atusados con talco para significar que son más que humanos. ¿Qué pretenden con esta trampa en la que nos han encerrado? ¿Poner orden en los mares? ¡Si son ellos los que los desordenan, los que prostituyen el mar con sus negocios! Nos han ofrecido una rendición honrosa, pero lo que pretenden es someternos, ponernos a su servicio, hacer que nuestros fuertes brazos trabajen para sus gruesos estómagos, darnos la patente para ser sus siervos. ¡Una rendición honrosa, a nosotros! ¿Cómo puede alguien tener la desfachatez de juntar esas dos palabras, de decirte en tu propia cara: «sé un cobarde a mucha honra»? Si yo no he conseguido someteros a base de latigazos, que os los tenéis merecidos, ¡voto a bríos!, éstos no os van a someter ni con la promesa del aroma de sus delicados perfumes, que tienen un trasfondo de filete, ni con sus amenazas. ¡Que se pudran con sus normas y sus leyes, que secunden la lógica de las locuras y los vicios de aquéllos a los que les han otorgado un cetro de oro, ese otro metal tan bonito, que sigan creyendo que van a vivir eternamente al amparo de sus palacios! Ninguno será tan bello como un cielo lleno de estrellas, ni la eternidad podrá ser más que estar ahí contemplándolas durante un instante.

¡Oh, bravos muchachos, leales compañeros míos, en mi nombre, en nombre del capitán Penanegra, os invito a vivir la aventura del último día de nuestra vida!

Y quien se atreva a desafiarla, que sepa que se tiene que jugar la suya.

¡Caballeros, que La Furiosa haga honor a su cuna en su tumba! ¡Virad a babor! Y como no vamos a poder contarlo, ya os lo digo, lo mejor será dejar grandes hazañas que otros tengan que contar acerca de nosotros. ¡Que quede clara una cosa, compañeros: nadie se puede permitir intentar esclavizarnos y salir impune…! ¡Nadie nos puede ni prohibir ni comprar la libertad, tendrán que arrancárnosla del pecho! ¡Virad, virad! ¡Artilleros de línea de estribor, botarates, despertad de una vez o bajo yo mismo a devoraros la yugular a mordiscos! ¡Abrid las portas! ¡Meted yesca a los cañones!

Disfrutad de este momento, bribones.

¡Fuego!

Según consta en las crónicas y un humilde servidor, Juan Bernáltez de Gómez, certifica, La Furiosa echó a pique a tres navíos de dos cubiertas y dejó seriamente dañados a otros tantos, aún uno de tres cubiertas, y aún los piratas tuvieron tiempo de llevar a cabo un abordaje y volver a su bergantín, al cual rodearon luego cuatro poderosas fragatas que acudieron en socorro y que no dejaron de él pedazo más grande que una astilla. Milagro es que este humilde servidor sobreviviera para poder dar testimonio de la arenga del capitán Penanegra.

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Comentarios

  1. Tai y Chi dice:

    Mi admiración la capacidad imaginativa y de verbo que se necesita para rellenar tres folios con una arenga. Me parece impresionante por lo difícil o imposible que a mi me resultaría, mi imaginación no da para tanto :S
    Creo que es un relato ácido e irónico, a la par que divertido, con unas frases increíblemente tejidas y en las que tan pronto se habla de política, sociedad, economía como de las relaciones entre hombre y mujeres, de tal forma que se pueden extrapolar al momento en que vivimos.
    Me ha encantado :*

  2. SonderK dice:

    la arenga que todos los valientes quieren escuchar un momento antes de dejar este mundo, eso es lo que es, y por supuesto una maravilla de relato, increiblemente dificil de escribir y un placer para leer, enhorabuena caballero…

  3. levast dice:

    Una idea originalísima el hacer un relato de una arenga de batalla. Es breve, reflexiva y potente, algo exagerada pero con mucha mala leche. Una de las historias que más me han gustado últimamente. Bienvenido de vuelta a bordo, bribón, ya me has picado para terminar la mía fuera de concurso.

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